MÍSTICA Y DELIRIO

2 de septiembre de 2010

El valor de este libro de José Luis Mediavilla es precisamente el atreverse a romper con ese dominio de la banalidad y las pretensiones que hoy dominan en psiquiatría, para asomarse al abismo de lo místico y teorizar sus límites con la patología mental.

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PRESENTACIÓN:

1 de septiembre de 2010


JOSÉ LUIS MEDIAVILLA
  - Psiquiatra.

  “El aislamiento genera infinidad de taras económicas, psicológicas, sociales”

Nacido en la localidad burgalesa de Quintanar de la Sierra, el psiquiatra José Luis Mediavilla echó, casi recién terminada su carrera, fijó sus raíces en Asturias, región en la que desarrolla su doble tarea: médico y escritor. Fundador del Círculo Psicoanalítico Ramón Sarró, el doctor Mediavilla es un investigador constante en cuestiones relacionadas con la mente humana, Asimismo, es un destacado escritor que, entre otros galardones, ha sido distinguido con los premios "Tigre Juan" de Novela y "La Hora XXV".
‑¿'Cuáles son los rasgos psicológicos peculiares del astu­riano? ¿Qué sentido tiene la frase "asturiano loco, vano y mal cristiano?
‑Más que una contestación, las cuestiones que susci­tan estas preguntas no se agotarían en un estudio multi­disciplinar. Yo, en este momento, puedo tener una im­presión muy general, síntesis, si se quiere, de mi convi­vencia diaria durante tantos años en Asturias, la ingente cantidad de pacientes que he tenido ocasión de ir viendo a lo largo de mi ejercicio aquí, y los perfiles caracteriales que los escritores asturianos han ido dejando en sus obras a través de los personajes. Quizá el hecho mismo de ser castellano de nacimiento y de haber vivido tam­bién en Andalucía, Galicia, Cataluña, etc., me permita un juicio más objetivo, y contrastado. El asturiano es en mi criterio, un hombre de carácter generalmente extro­vertido, magnánimo, expansivo, sociable, generoso, hospitalario y socarrón. Su sentido del humor tiene in­dudables afinidades con el gallego, aunque estructurado sobre una actitud más vitalista. Naturalmente, soy cons­ciente repito de que este perfil es más que otra cosa una impresión global, llevada por un conocimiento intuitivo. Respecto a la frase "asturiano, loco, vano y mal cris­tiano. ..", una lectura ingenua de la misma no parece plantear duda alguna. Sin embargo, yo me resisto a una interpretación así, ya que en todo caso habríamos de te­ner en cuenta la época y el autor. Desde luego no puedo evitar achacar la autoría de dicha expresión a algún caste­llano cristiano viejo sometido a todos los rigores de la meseta y de una ascesis cuaresmal: es decir, justamente todo lo contrario del "hombre loco, vano y mal cris­tiano", esto es, un hombre con una concepción más pa­gana y lúdica de la existencia, no exento de vanidad y os­tentación, que puede llegar a transgredir, dado el caso, las normas sociales o eclesiásticas, si estas coartan la alegría y el gozo. Como ves, más que una frase despec­tiva o un insulto, podría incluso también interpretarse como una expresión desiderativa,

‑¿Cuáles son, a su juicio, los principales problemas de la región?
‑Yo creo que el aislamiento. No hace falta sino pre­tender salir al norte, al sur, al este o al oeste. El aisla­miento genera infinidad de taras, económicas, psicológi­cas, sociales. Siempre me ha interesado como psicopató­logo el fenómeno de la "centralidad", Pérez de Ayala aborda este problema de forma magistral en "El ombligo del mundo".

‑¿Considera beneficiosa para Asturias la integración de España en la comunidad Económica Europea?
‑La integración en Europa parece en principio bene­ficiosa, aunque según y cómo. De cualquier forma, y al margen de matices, la realidad es que España tiene su puesto dentro de la Comunidad. Asturias, como el resto de las regiones, se enfrenta ahora a un proceso que exigirá un cambio muy profundo de formas y estilos de vida. Hay un horror vacui, un sentimiento oceánico, un miedo a la dilución, que junto a esta tendencia a la inter­nacionalización, hace que surjan con fuerza pautas, hasta ahora inéditas, de autoafirmación, de búsqueda de iden­tidades. Esto es inevitable y trasciende toda política.

‑¿Cree que entre los asturianos se está dando una acti­tud de pesimismo o de catastrofismo colectivo?
‑Es difícil formarse un criterio acerca de lo que es la "opinión general", incluso en cuestiones de lo más usual y cotidiano. Es seguro que una proporción no escasa de la gente votó a la OTAN en uno u otro sentido, sin saber ni qué es la OTAN ni lo que significa en el mundo. Este ejemplo podríamos hacerlo extensivo a muchos otros asuntos. Las opiniones, las actitudes, vienen ya diseña­das, preformadas al tiempo de su formulación. Por ello creo que no tiene mucho sentido ni siquiera hablar de un sentimiento de catastrofismo colectivo‑ ‑la el , porque maiJial una encuesta nos "podría demostrar" con "un margen de error de más o menos cinco" que el colectivo posee un "estatus de vida optimizado". Para ser más precisos: el optimismo debe partir de una información veraz, con datos rigurosos, que permitan que cada cual haga la interpretación de la situación conforme a sus concepciones del mundo. El hombre de la calle no posee datos, sino propagandas. El ojo divino enmarcado dentro del trián­gulo ha sido sustituido por el rectángulo televisivo. Los ángeles y los santos de otras épocas se aparecen ahora en escuadrillas organizadas desde Prado del Rey. Los mila­gros hoy sólo son asequibles a los hombres de "buena voluntad" sensibles a los pregones de los partidos o a los sorteos de la Loto.

‑¿Es el asturiano un pueblo sano mentalmente? La nie­bla ¿puede influir en la depresión psíquica?
‑La niebla, la noche, el día, la primavera, el otoño, el viento, en fin todos estos elementos han sido argumen­tados, explorados, investigados hasta la saciedad en rela­ción con todas las enfermedades, y naturalmente tam­bién con las enfermedades mentales. No voy a negar la influencia de la niebla como factor que contribuye al pe­simismo y al ánimo depresivo, pero en cualquier caso no existe más niebla en Asturias que en Inglaterra o en las Vascongadas, y sin embargo concretamente en Asturias la cifra de suicidios se ha disparado en los últimos años. Esta noticia que ya el año pasado la hizo pública un pe­riódico asturiano, la he visto confirmada en un trabajo científico que han llevado a cabo en Madrid un grupo de psiquiatras al ocuparse de los aspectos epidemiológicos del suicidio en España entre los años 1981 a 1985 y que sitúa en cabeza a la Comunidad Autónoma Asturiana en cuanto a la incidencia de suicidios, con una proporción de 2 a 1 en relación al resto de las autonomías. No voy a caer en la tentación de hacer una interpretación fácil de estas cifras, pero lo que sí creo es que de ningún modo puede soslayarse una reflexión responsable acerca de las posibles causas sociales o asistenciales de algo que no puede ser calificado sino como alarmante.

‑¿Qué significa para usted la figura de don Pelayo?
‑Nos enseñaron que don Pelayo era Asturias y el comienzo de España, pero uno asiste a tal profusión de lecturas de la historia, a tantas conquistas y reconquistas de toda referencia se hace sospechosa. Tan gratuito me parece negar la figura historia de don Pelayo, como inge­nuo tratar de despojarla de su fuerte carga simbólica. Ni para el curso de la historia y mucho menos para la vida de los símbolos, tres, diez o quince generaciones supo­nen obstáculo digno de consideración.

‑¿Ha sentido algún complejo en alguna ocasión por em­plear expresiones bables?
‑Dado el tiempo que llevo en Asturias poseo sin duda el acento de esta región, y así me lo advierten cuando viajo a Castilla. Y en ocasiones, como no, tam­bién utilizo alguna palabra o alguna expresión en bable. No siento, ni he sentido por ello ningún tipo de com­plejo como dices, sino al contrario, es algo que me re­sulta grato y ya familiar. En realidad, durante mi larga estancia en Asturias, nunca he sentido la menor dificul­tad de comunicación con nadie y como comprenderás he tenido que hablar y atender enfermos de todos los rincones de Asturias. Esta es una clara diferencia entre Asturias y Cataluña o Baleares, donde sí llegué a encon­trar obstáculo. Conozco por la prensa las tensiones que esta cuestión del bable viene suscitando. No siento este problema como propio, ya que ni he nacido en Asturias, ni tengo una formación filológica que pueda aportar al­guna luz. Desde el punto de vista profesional me interesa la filología, pero de una forma muy especial, por casos muy concretos de enfermos esquizoparafrénicos que crean y fabrican lenguajes o pretenden modificar el dic­cionario con neologismos. Son enfermos relativamente frecuentes. A unos los he conocido y tratado personal­mente, y otros los tengo recogidos a través de historias clínicas de hospitales o revistas, o incluso de sus propios escritos o publicaciones. Guardan cierta semejanza al personaje Belarmino que Pérez de Ayala nos dejó en su novela y al que he dedicado también uno de mis últimos trabajos.

‑¿La psiquiatría, y más concretamente el psicoanálisis, aspiraba a conquistar el mundo ¿Continúa haciéndolo?
‑Freud gustaba calificarse a sí mismo como "un con­quistador", y precisamente lo hacía utilizando el español para identificarse mejor con nuestros "conquistadores". Si esto lo contrastamos con el comentario que el mismo Freud hizo a Jung en su conjunto viaje a América ("No se dan cuenta de que les traemos la peste") estamos más cerca de comprender su inteligente ironía. Pero yo creo que todo esto son anécdotas que una figura tan rica corno la de Freud necesariamente ofrece. Por lo demás, y volviendo a tu pregunta, no niego desde luego que existan psiquiatras imbuidos por pasiones reformadoras o revolucionarias que se sientan llamados a estas u otras misiones parecidas. Pero para mi la psiquiatría tiene un objetivo mucho más modesto, y por esto mismo segura­mente más grande: atenerse al enfermo, a la clínica que éste presenta sin otras mistificaciones, y a estar al día 28 para poder renovar la eficacia en el más estricto plano científico. El conocimiento de la psiquiatría, ya lo he di­cho en otras ocasiones, no se logra a través de la lectura de diarios de insignes revolucionarios, ni de los libros más o menos románticos de nuestros antipsiquiatras, sino que hay que buscarlo en las Actas de la Enciclopedia Médico‑Quirúrgica de Henry Ey, en la Psicopatología de KarlJaspers, en los Tratados de Bumke o Kaplan, en­tre otros. Esta psiquiatría de siempre, conseguida por le­gión de hombres que dedicaron su vida a un trabajo pa­ciente y silencioso (nunca lo suficientemente reconoci­dos y no raramente castigados por su independencia de espíritu, como el personaje del jornalero, de Clarín), esta psiquiatría, aparentemente quieta, está, en efecto, quieta, si así lo queréis, como diría Galileo, y sin embargo se mueve, porque en realidad nunca dejó de moverse.

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El fuego que os habita

El texto despiezado y recurrente de El fuego que os habita nos hace pensar, no en la deliberada busca del autor de la configuración de uno o varios personajes con un argumento concreto, sino en el manejo de las palabras y las imágenes para provocar la inmersión del lector en un mundo por el que pululan de manera inestable lugares y vivencias que hacen ocasional referencia a la ciudad de Oviedo, a los valles mineros, a un balneario y, sobre todo, a los incendios y a las explosiones de grisú.

Jonás

Jonás es, fundamentalmente, un viejo ejemplo de honradez literario. Y en un territorio, el nuestro, donde la proyección social de la letra impresa está sometida, a un encorsetamiento asfixiante de conveniencias, prejuicios, fronteras impuestas, etc, es una brisa refrescante acercarse a unas pocas palabras verdaderas.